El norte no es periferia: es frontera activa, nodo logístico, cultural y productivo. Es puerta de entrada a una región sudamericana que vuelve a reorganizarse en un mundo en disputa.
El Norte Argentino no espera el turno y decide escribir la agenda que viene

El balance del año político deja una certeza incómoda para quienes siguen pensando la Argentina desde una lógica centralista: el país real se mueve antes de que la agenda lo registre. En tiempos de crisis, el norte argentino dejó de pedir permiso para existir políticamente. Empezó a proponer, a actuar y a exigir. No desde la queja, sino desde una convicción profunda: sin integración territorial, no hay proyecto nacional posible.
En este tiempo de crisis, el norte no pide permiso, propone, actúa, exige. La Quiaca, Jujuy, nuestros municipios y las provincias del Norte Grande no estamos destinados a ser un recuerdo nostálgico ni un atractivo turístico estático, sino el meollo de una nueva integración regional. Esta definición no es una consigna. Es una lectura estratégica.
El norte no es periferia: es frontera activa, nodo logístico, cultural y productivo. Es puerta de entrada a una región sudamericana que vuelve a reorganizarse en un mundo en disputa.
Durante demasiado tiempo, el desarrollo fue pensado como un fenómeno que baja desde los centros de poder hacia los territorios. La experiencia demuestra lo contrario: cuando el territorio se organiza, la agenda se redefine. No esperamos estar en la agenda. La estamos escribiendo. Esa escritura no ocurre en abstracto. Ocurre en los municipios, en la gestión cotidiana, en la capacidad de articular actores, recursos y decisiones.
Los intendentes somos el km 0, desde cualquier lugar que se lo mire. No somos comentaristas de la política nacional ni vociferantes de discursos para la tribuna. Somos quienes sostenemos la ejecución territorial cuando el contexto se vuelve adverso. Cuando la macroeconomía ajusta, cuando el clima social se tensiona, cuando las respuestas deben ser inmediatas. En ese escenario, el rol municipal deja de ser administrativo para convertirse en estratégico.

El norte argentino tiene una ventaja que durante años fue leída como desventaja: su posición geográfica. Por más que estemos lejos en el mapa (habría que reflexionar “lejos de qué y de quiénes”), somos inmensamente grandes. Aquí se cruzaron ejércitos libertadores, aquí se cruzan ahora pueblos que deciden no rendirse. Hoy esa distancia se convierte en oportunidad. Integración regional, comercio transfronterizo, energía, turismo, cultura y trabajo forman parte de una misma ecuación.
Este debate se vuelve central frente a la discusión sobre la reforma laboral. Modernizar no puede ser sinónimo de precarizar. Cuidar el trabajo no es un gesto conservador: es una condición básica para crear más empleo y más desarrollo. Sin trabajadores protegidos, capacitados y con horizonte, no hay inversión sostenible ni comunidad que se sostenga en el tiempo.
Desde el norte, la mirada es clara: necesitamos reglas que promuevan el empleo, pero también que reconozcan la diversidad productiva del país. No se genera trabajo desde la especulación, sino desde el arraigo, la producción local y la integración regional. El federalismo no es un capítulo pendiente, es la herramienta para ordenar lo que viene.
El año que termina deja tensiones, pero también aprendizajes. La Argentina no se va a reconstruir desde un único escritorio. Se va a reconstruir desde sus territorios, desde sus ciudades, marcando el rumbo desde los extremos hacia el centro. Porque si algo demostramos este año es que cuando el territorio se organiza, la política deja de prometer y empieza a transformar.
(*) Intendente de La Quiaca























