La cita comenzó a tomar forma minutos antes de la medianoche. Los devotos gritaban «¡Viva el Gaucho!», mientras el cielo se iluminaba por los fuegos artificiales.

Muchos llegaron desde distintas partes del país para rendir homenaje al Gauchito, quien es considerado un protector y milagroso sanador de quienes creen en su poder, según la tradición.

La fiesta representa una de las principales expresiones de la religiosidad popular argentina que, más allá de las creencias y las tradiciones, se crea un vínculo con la cultura y la historia del pueblo.